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MEMORIAS DE UNA GUAYABA

Sobreviviendo y combatiendo. Luchando y diciendo lo que pienso. Y claro, incomodando siempre. 

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Melinna Reyes

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La Luna y la Chica

Foto del escritor: Melinna Rey.RodzMelinna Rey.Rodz

En el campo de una ciudad muy bonita, vivía esta chica con su madre. Desde pequeña, la chica estrechó  lazos con la tierra, con las plantas y los árboles. Comenzó a amar a la Madre Naturaleza, aunque no le gustaba tocar el fondo del mar o meterse en el río. Esta chica creció, haciendo más fuerte ese lazo. Se paseaba por el patio descalza, se ensuciaba las uñas sembrando plantas, recogía casi a diario las hojas del árbol del frente de su casa al cual adoraba. Esta chica vivía por la naturaleza. Siempre la defendía. Era lo único en lo que creía.


Mientras crecía, sus lazos se estrecharon con las estrellas y la Luna. Esta última, se convirtió en su compañera de penas y de alegrías. Con ella se liberaba. A ella le pedía. A ella le contaba. A ella le pedía que fuera su guía, que la iluminara, que le mostrara el camino. A ella le rendía tributo. Muchas eran las noches de estar ahí, reunidas. Sin decir mucho o diciendo todo, llorando, riéndose o pidiendo consejos. Todas eran las noches en que la Luna la acompañaba, que la cuidaba, que era testigo de sus travesuras, de sus enojos, de sus tristezas, de su vagancia, de su amor. Eran encuentros de contemplación, de admiración, de preguntas sin respuestas, de risas y baños de Luna.



Y fueron muchos estos últimos. La muchacha ésta, disfrutaba de bañarse afuera, al aire libre. Esa pluma que tenía fuera de la casa, era lo más cerca que tenía a una cascada. Y el sólo abrirla y acomodarse debajo de ella, alteraba todas las terminaciones nerviosas en su cuerpo. Entraba en un estado de felicidad, de tranquilidad, de relajación, de alegría y euforia. Y ahí pasaba el tiempo. Como si no la estuvieran viendo. Como si no tuviera preocupaciones. Como si no tuviera responsabilidades. Como si su vida fuera esa. Vivir debajo de ese chorro. Vivir a plenitud. Los baños de Luna eran casi un rito para ella. Era un despojo. Ahí estaba ella, lavándose su cuerpo, sin temores, quitándose lo que le pesaba, echando chistes. Y ahí estaba la Luna, llena, magistral, iluminando todo a su alcance. Iluminándola a ella.



Estos días la incertidumbre se ha apoderado de su pueblo, de sus vecinos, de ella. Hacen días que la chica no ha podido disfrutar de los baños de Luna, debajo de aquella pluma en su patio. Estos días, los baños han sido apresurados, planificados, cortos. Ya nada es como antes. Pero igual la Luna sigue allí. En todas sus fases, la Luna sigue allí. El mes pasado, la chica no se dió su baño de Luna en el patio. El mes pasado la chica pasaba sus noches en el balcón fuera de su casa, sin embargo la Luna le cuidó el sueño. La cuidó toda.



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